sábado, 3 de noviembre de 2012

Los habitantes de 13, Rue del Percebe


13, Rue del Percebe era una macroviñeta que ocupaba normalmente la contraportada del "tebeo" Tio Vivo. Nació en 1961.

Su dibujante y guionista es el gran Francisco Ibáñez, prolífico autor de tantos y divertidos personajes.

Esta macroviñeta, dividida en compartimentos que correspondían a los distintos pisos del edificio, formaban otras tantas viñetas, no secuenciales, donde contaba las historias divertidas y disparatadas de sus inquilinos.

En la azotea vivía un moroso, continuamente acosado por sus acreedores, que iba inventando ingeniosas maneras de evitarlos, ocurriendo que la mayoría de las veces le funcionaban las evasivas artimañas. Según parece Ibáñez se inspiró en un personaje de verdad, en el también genial dibujante Vázquez, famoso en su entorno editorial por los "sablazos" que propinaba y la renuente dificultad de sus acreedores en intentar recuperar lo prestado, así como el ingenio que tuvo que derrochar para evitar su acoso. También había un ratón hijoputa, cruelmente ocurrente, que no dejaba en paz a un pobre gato negro, creando los más disparatados sistemas y artilugios para torturarlo.

En el tercer piso encontramos a un patoso ladrón que no parece poder dejar de robar cosas inútiles, y a su fastidiada mujer, que se desespera de lo memo e inútil que es su marido para eso de apropiarse con provecho de los bienes ajenos. Mientras que el apartamento contiguo lo ocupaban una mujer y sus innumerables hijos pequeños, hiperactivos e incorregiblemente traviesos, que en las primeras entregas tenían una hermana mayor que luego desapareció. Supongo que se iría, harta de tanta marabunta infantil.

En el segundo piso habitaba una anciana que, eterna amante de los animales, no deja de cambiar obsesivamente de mascota, normalmente perros, pero ha llegado a tener incluso una ballena. Ni qué decir de los variados problemas que la mezcolanza de tan extrañas mascotas le ocasionaban. En la puerta de al lado, trabajaba infatigablemente un profesor loco, especializado en crear monstruos, inspirado en Víctor Frankenstein. Debido a la ridícula censura franquista de la época el personaje tuvo que ser eliminado, ya que se aducía que sólo Dios podía crear vida (pa mearse, vamos) y durante varios números el piso apareció vacío y en venta, otorgándole mayor protagonismo al personaje de la portera al intentar venderlo, siendo el estado en que quedó el piso el motivo cómico en su intento de venta. Posteriormente sería ocupado por un desastrado sastre con poca maña y mucha cara dura.

En el primer piso moran, a la izquierda un veterinario, no muy competente, un verdadero peligro para los pobres animalitos que le traían para que los curase. Y a la derecha, la mezquina y tacaña dueña de una pensión continuamente superpoblada.

En la planta baja hallamos la tienda de ultramarinos de Don Senén, un desconfiado tendero que siempre encuentra modos de engañar a las clientas con el peso de las patatas y la fruta (aunque a veces le sale el tiro por la culata) y, al lado, a la cotilla portera de la comunidad de vecinos. Pero no termina ahí la cosa, porque frente a la portería habita Don Hurón, nada más y nada menos que en una alcantarilla, que posiblemente le fuera alquilada por la dueña de la pensión, a juzgar por lo que asegura en la primera entrega de la serie. A menudo aparece comentando y desahogando sus problemas con la portera.

El ascensor del edificio, a pesar de ser un mueble inerte por inútil, es también un personaje por derecho propio pues, de igual modo, sufre las más variadas peripecias y fenómenos. Tan pronto no funciona bien, como es robado, como está en reparación y es sustituido por los más variados métodos alternativos, como un cañón o un fuelle gigante. O es reemplazado por nuevas versiones, encargadas a los más variopintos y estrafalarios constructores, ajenos a este servicio, como un fabricante de juegos de ajedrez o un vidriero.

También hay que poner atención a la araña que está en un rincón de la escalera, que cada vez se disfraza de una manera diferente.

Asimismo, a veces aparecía por el edificio otro de los personajes de Ibáñez, el miope Rompetechos, que con sus confusiones de corto de vista provocaba situaciones de confusión hilarantes.

13, Rue del Percebe es en apariencia una serie de chistes casi siempre aislados e independientes, con personajes fijos, encasillados en su papel inmutable y sólo unidos por el edificio donde habitan. Ello permite al lector leer la página en el orden que desee, claramente no lineal. Pero afirmar esto sería frecuentemente simplificar las cosas. A menudo, un hecho afecta a más de una viñeta-vecino o a la página entera de modo que en ocasiones la secuencialidad de lectura es dirigida, aumentando así el efecto cómico y de inmersión a causa de las sinergias creadas en los personajes que, de puro arquetípicos, uno acaba conociendo y aceptando, del mismo modo que muchos conocemos a los vecinos de nuestro bloque de pisos: por escenas furtivas pero similares que, día a día, nos hacen ir formando una imagen más o menos precisa de ellos.

La facilidad de lectura de este tebeo, la interminable repetición de los mismos problemas con diferentes detalles, la familiaridad que se crea con los personajes a lo largo de la lectura dispersa de cada página a pesar de que, objetivamente, la mayoría de los chistes son muy simples, así como una ausencia de lectura lineal que hacen de este tebeo un caso único y especialmente atractivo a un nivel inconsciente que pocas otras historietas pue
den igualar.

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